El pacto

Pues sí, efectivamente. Tienes razón. Reconozco que me jode dártela, pero esta vez sí que sí. No cabe la menor duda de que estás en lo cierto, y sólo me queda felicitarte. Como bien sabes, no es fácil convencerme. Soy un hombre de fuertes convicciones y muy vehemente con mis dictados, sobre todo cuando sé que tengo la razón. Pero esta vez me retracto. Has conseguido que cambie de opinión no sin dificultades y explicando bien tus argumentos. Es por ello por lo que te reitero mi enhorabuena. Pero he de reconocer que no estaba equivocado contigo. Siempre he pensado que eras un estirado. Un snob sin escrúpulos que no tiene donde caerse muerto y que sólo busca medrar para llegar a ser alguien en la vida. Algo a lo que, por tu nacimiento humilde, y por pertenecer a una clase social no baja, sino ínfima y olvidada de la mano de Dios en este mundo en el que vivimos, no te correspondía. Pero te has rebelado ante tu descorazonador futuro. Y eso te honra. No me caes bien. No me gusta tu forma de vestir. Ni mucho menos con quién te mueves y lo que buscas. Lo sé todo. Pero reconozco tu valía, también tu valentía y tenacidad en busca de unos objetivos que, ahora sí que lo veo claro, tienen un sentido. Una misión que no comparto, pero que entiendo. Y no seré yo quién te impida lograrlos. Sólo quiero que, a partir de ahora, desparezcas de mi vida, y que dejes en paz a mi hija. No la mereces. Es mucha mujer para un hombre tan ruin como tú. Y no quiero que desperdicie su vida al lado de una persona tan miserable y con tan dudosas acciones. Insisto en que tienes todo el derecho del mundo en actuar como lo estás haciendo. No juzgo eso. Pero no quiero que nos arrastres a mi hija y a mi en tus locuras. Olvídala. Invéntate lo que quieras y déjala. Ella te echará de menos, llorará varios días, puede que meses, y seguramente te odie de por vida. Ya me encargaré yo de consolarla y de encontrarla un marido acorde a sus virtudes y con un modo de vida y de actuar más honrado. Y como no quiero verte más, te ofrezco este sobre con una cantidad importante de dinero para que te esfumes. Sí, sé lo que estás pensando. Que te estoy tratando de comprar para que te marches. Es cierto. Sé que te gusta mucho el dinero y que es lo que te hace mover en este mundo. Por eso sé que aceptarás el sobre, que lo abrirás en cuanto salgas de esta habitación, y que sonreirás. Sé también que te irás lejos y desaparecerás de nuestras vidas. E incluso sé que no te despedirás de ella. Porque eres un cobarde y no tienes los huevos suficientes para hacerle frente y decirle la verdad. Pero también sé que cuando pase un tiempo y gastes lo que hay en el interior de ese sobre, que a buen seguro desperdiciarás en el juego, malos negocios y mujeres, querrás volver y tratarás de chantajearme. Pero te advierto que estaré esperándote y no precisamente con otro sobre.

Estás advertido. Conoces mi reputación y sabes de sobra que no miento en estas cosas. Por eso te estrecho mi mano como un caballero y sabré si me la aceptas que estás conforme con todo lo que te estoy contando. Nada de papeles ni rúbricas. La palabra de un hombre es la que vale. Y si estrechas mi mano en este momento sabré que, a pesar de todos tus defectos, eres un caballero. Y eso para mi lo es todo en esta vida. Soy viejo, lo sé. Los años no pasan en balde. Y poco o nada me queda por hacer en esta vida salvo cuidar y velar por la seguridad y el bienestar de mi hija. Ella no tiene por qué saber nada de todo cuanto está ocurriendo en estas cuatro paredes.

Aquí tienes el sobre en mi mano izquierda, también llamada siniestra. Cógelo y huye, que es lo mejor que sabes hacer. También te ofrezco mi mano diestra, que espero que agarres con fuerza y aprietes si es preciso o así lo ves oportuno. Sólo así, veré entonces que has decidido tomar la mejor opción para todos. Pero sobre todo para ti, que a fin de cuentas es lo que siempre ta ha importado y, desde ahora, debería de importarte.