Perro verde

Lo leía hace no mucho husmeando en una página web de un diario de Valladolid, aunque la noticia es de hace casi dos años. «Nacen dos perros verdes en la localidad vallisoletana de Laguna de Duero». Según explicaban desde la clínica veterinaria en la que trataron a los canes que acababan de ver la luz, debido a una enfermedad vírica o bacteriana y a un pigmento denominado bilverdina, que suele ser de color verde o azul, y que se puede encontrar en la cáscara de los huevos de las aves, en la sangre de muchos peces e incluso en la placenta de los perros.

Perro verde fue también un peculiar programa de televisión de curiosas entrevistas a personajes de todo tipo y condición que tenían algo que contar de la vida. Un espacio que se emitió en TVE1 hace casi treinta años, y que estaba comandado por el periodista Jesús Quintero, conocido popularmente como el loco de la colina, quien dijo no hace mucho que estaba arruinado. E incluso algunos medios, como en el que trabaja este humilde plumilla, han llegado a publicar que Quintero vaga por las calles de Sevilla y que es un profesional del impago.

Perro verde es también un vino cien por cien verdejo de Rueda, muy aromático y afrutadillo, e incluso perro verde es un albergue rural  situado en la localidad asturiana de Villaviciosa, donde son bienvenidos todo tipo de canes.

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perro verde, en su frase más extendida, la de alguien raro y distante, e incluso un tanto huraño, soy también yo. Al menos últimamente. Me he vuelto un auténtico perro verde, pese a que aún no haya mutado hacia ese color primaveral. Aunque todo se andará. El caso es que me he convertido en un tipo solitario. Desconfiado. Enfadado con el mundo en general, y con mi alrededor, en particular. Me molesta todo. Sobre todo que me pregunten e incluso que me hablen. No soporto nada ni a nadie. Ni siquiera a mí mismo. Aunque lo llevo por dentro. Intento que no se me note mucho, pero a veces es imposible. La cara es el espejo del alma, de eso no hay duda. Reconozco que así no voy a ningún lado. Pero es lo que hay. Ya vendrán tiempos mejores, suelo recordarme a menudo.

 

Sentado en una terraza a la sombra, mientras me tomo un café cortado, termino de apuntalar este texto en el bloc de notas que siempre llevo encima. Lo hago mientras un perro labrador de color marrón clarito, que no verde, no deja de mirarme desde la mesa que tengo justo enfrente. Sus dueños desayunan tranquilamente sin enterarse del percal. El animal no está atado y eso me inquieta. Tiene cara de bueno, aunque no me fío. El perro no deja de observarme y me gustaría saber en qué estará pensando en ese momento. Qué pasa por su cabeza. Si estará barruntando en la posibilidad de comerme con patatas, en hacerse amigo mío o quizás solo le parezco atractivo o feo de cojones y se está partiendo de risa por dentro. No lo sé ni lo sabré, pero mientras espero a que no se menee mucho, tomo nota de la situación, y me acuerdo en ese instante que hubo hace unos años una serie de anuncios en la tele que me hacían mucha gracia. Versaban sobre un coche. En uno de ellos, creo recordar que el modelo era un Clio de la marca Renault, aparecía un fulano conduciendo en compañía de un mono que le apuntaba con una ballesta a la cabeza. El conductor, que se repetía a sí mismo que debía tener los cinco sentidos en la carretera a pesar de tener al macaco al lado con cara de pocos amigos, decía que nunca había conducido con un mono apuntándole a la sién con una ballesta.

Pues yo nunca he escrito algo con un perro labrador mirándome detenidamente a los ojos. Y aunque me repito que debo tener los cinco sentidos puestos en lo que quiero decir en estas líneas, el animal no ceja en su empeño.

Igual es que él sí que me ve de color verde.

 

Fuente fotos: shop.pedritaparker.com; perroverdewwwjaviercomellascom

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